El personaje

Fernando Mira pide un debate que unifique a sindicatos de la procuraduría de la CDMX

En 1988 participó en el nacimiento del primer sindicato de la dependencia, siendo delegado en su centro de trabajo hasta llegar a la dirigencia, la cual se vio interrumpida por conflictos internos; la intención de perpetuarse en el cargo de su antecesor, Antonio Piña, derivó en el surgimiento de cuatro sindicatos que han atomizado las demandas de los trabajadores

Primero como trabajador y después como líder sindical, Fernando Mira Martínez, ha sido testigo de los cambios en la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, desde hace tres décadas, lo que le motiva a plantear un debate de cara a  la base trabajadora a todos los actuales líderes  para que  quienes aspiran a ser tener su representación mayoritaria, muestren sus propuestas y comprueben que no han abusado de su liderazgo en  beneficio personal.

“Estoy abierto a que me investiguen, que chequen si tengo trabajando un familiar y quien mienta, renuncie no solo al sindicato sino a la institución”, dice a RS este hombre que ingresó a la dependencia en 1983, a los 27 años, en el área de mantenimiento adscrita a la Oficina de Proyectos donde, en su calidad de diseñador gráfico, contribuyó a  la remodelación de las diferentes agencias del Ministerio Público en el entonces Distrito Federal.

Tras el terremoto de 1985, Mira Martínez recibió una oferta de trabajo en una empresa constructora encargada de realizar las obras de la línea 9 del Metro que corre de Tacubaya a Pantitlán, pero tres años después, en 1988, varios de sus compañeros de la procuraduría lo invitaron a retornar a la institución con la idea de formar la primera organización sindical que luchara por mejoras laborales de los trabajadores.

Fernando Mira literalmente asistió al parto  del Sindicato Único de Trabajadores de la Procuraduría General de Justicia,  y atestiguó la primera toma de nota otorgada a Ángel Rosas Boleaga en cuyo comité fungió como delegado sindical en el depósito de vehículos ubicado en la Cabeza de Juárez, área en la cual laboraba.

Para el trienio 91-93, resultó electo Ernesto Ismael Cruz y Mira Martínez pasó a ser Secretario de Relaciones Públicas de su Comité; del 94 al 97, arribó a la dirigencia Ernesto Espejel Jurado y Mira Martínez ocupó la cartera de Secretario de Acción Política. En 1997 llegó a ocupar la Secretaría General, Antonio Piña Lara y en el nuevo comité,  Mira se hizo cargo de  la cartera de Finanzas. El periodo de Piña concluyó en 2000.

En ése año se inscribieron dos planillas para ocupar la dirigencia: una, con Fernando Mira a la cabeza y otra con Javier Piedrabuena como su candidato. Mira Martínez resultó ganador y sería el encargado de cubrir el primer periodo de seis años, tal y como se había establecido en las reformas estatutarias a su sindicato.

Pero en 2003, la unidad gremial se fracturó cuando Piedrabuena y sus simpatizantes interpusieron una demanda ante las autoridades laborales que motivó el desconocimiento del nuevo comité, bajo el argumento de que Piña Lara carecía de representación legal para haber convocado a elecciones siendo que había sido desconocido en una dudosa “asamblea de escritorio”.

A partir de entonces—recuerda Fernando Mira–, la organización se fracturó pues   Piña Lara buscó aprovechar la coyuntura para perpetuarse en el poder cuando  tratando de zanjar las diferencias, la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), intervino como mediadora del conflicto.

Por indicaciones del líder de la burocracia, Joel Ayala Almeida, se convocó a nuevas elecciones pero en lugar de abstenerse de participar, Antonio Piña buscó aliados al interior de la FSTSE para obtener el triunfo de manera poca clara.

Al decir de Fernando Mira, fueron tres las planillas que participaron entonces: la de Pilar Buendía, la de Piña Lara y la de él. La duda sobre la transparencia surgió cuando en los principales centros de trabajo de la dependencia como el Bunker de Río de la Loza y otras áreas de trabajo como Coyoacán, los resultados favorecían, en el primero, a Fernando Mira, y en el segundo a Pilar Buendía. El impugnado Piña Lara, cuya toma de nota del sindicato fundado en 1988  estaba cancelada, no ganó en los centros de mayor votación.

Las urnas fueron enviadas a la FSTSE donde el asunto acabó más torcido que al principio pues  como por arte de magia, los números favorecieron a Piña. Buscando una decisión más salomónica que democrática, Joel Ayala llamó a los contendientes a llegar a un acuerdo y repartir de manera equitativa los cargos del Comité de la nueva organización, el Sindicato Democrático de la Procuraduría General de Justicia,   entre los tres grupos, a cambio de dejar en la Secretaría General   a  Piña Lara.

Así sucedió, pero señala Fernando Mira que al sentirse respaldado por FSTSE, Piña comenzó a ignorar las opiniones de sus ex contendientes ejerciendo un poder absoluto y nulo respeto laboral a los trabajadores por lo que de los desacuerdos sobrevino el rompimiento. En 2008, y con el apoyo de un buen número de trabajadores, nació el Sindicato de Trabajadores de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, bajo la batuta de Mira Martínez.

Poco después, Piña  Lara recibió de las autoridades la adjudicación de la toma de nota del primer sindicato pero decidió no renunciar a la dirigencia del Sindicato Democrático, cayendo en una doble e inaudita representación.

Más tarde, apareció la ficticia sección 41 del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México (SUTCDMX), de la procuraduría capitalina cuya efímera líder, Sara Agüero, ya fue destituida en 2016 sin lograr su toma de nota.

En los hechos, acepta Fernando Mira, existe una situación por demás sui géneris en lo referente a las relaciones sindicales de la dependencia pues aunque existen cuatro sindicatos –dos de ellos manejados por un mismo líder, Piña Lara y uno sin toma de nota–, ninguno de facto, cobra cuotas sindicales aun cuando existen condiciones generales de trabajo que son respetadas para los casi cinco mil empleados susceptibles de tener dígito sindical.

Es por ello que buscando terminar con esta división que ha convenido únicamente  a quienes subsisten a través del “chantaje” a las autoridades bajo el supuesto de contar con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, Fernando Mira lanza desde las páginas de RS la convocatoria a un debate de frente a las bases que escuchen las propuestas de los distintos líderes y que “a través de la Dirección General de Recursos Humanos se compruebe quién ha abusado del cargo metiendo a trabajar a su familia y relegando a los trabajadores con más derechos; estoy abierto a que me investiguen para el que haya mentido a los compañeros renuncie no solo al sindicato sino a la institución”.

Mira Martínez dice que de resultar favorecido buscará homologar los salarios de los trabajadores de la procuraduría con los del gobierno capitalino y lograr incrementos a aquellos con más de diez años de servicio, así como la renivelar  a  muchos que están en edad de jubilarse  para que puedan hacerlo con un sueldo que les garantice una pensión digna de nueve mil pesos y no de cuatro mil, como la que alcanzarían por el descuido de algunos dirigentes que ostentándose la negociación contraactual, se han olvidado de los sindicalizados a cambio de obtener beneficios personales.

“Los trabajadores de la procuraduría capitalina son muy nobles, capaces y buscan oportunidades para superarse y ser promovidos en base a sus aptitudes y no con la  ayuda de amigos o padrinos”, concluye  Fernando Mira, un hombre que conoce como la palma de la mano a la casa de la justicia en la CDMX.

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