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Prosperidad urbana: asimilar el concepto para aplicarlo

¿Cuáles son las condiciones esenciales y los elementos requeridos para que una ciudad pueda ser próspera o para lograr el bienestar de la población?

Definida como una herramienta diseñada por ONU-Habitat para medir el progreso actual y futuro de las ciudades hacia la prosperidad, el Índice de las Ciudades Prósperas (CPI) es un instrumento estratégico de política pública y de toma de decisiones. Bajo un enfoque holístico e integrado, proporciona índices y medidas para identificar oportunidades y áreas potenciales de intervención con la finalidad de construir ciudades más prósperas.

Con este panorama frente a sí, el CPI permite entender, analizar, planificar, tomar acción y observar los efectos de las políticas públicas en la prosperidad de las ciudades.

El CPI mide el desarrollo de las ciudades considerando seis dimensiones de la prosperidad, a saber: productividad, infraestructura, calidad de vida, equidad e inclusión social, sostenibilidad ambiental y gobernanza y legislación urbana.

Así, ¿cuáles son las condiciones esenciales y los elementos requeridos para que una ciudad pueda ser próspera o para lograr el bienestar de la población? ¿O cuáles son las manifestaciones o los insumos requeridos para una ciudad próspera?

ONU-Habitat es el programa de Naciones Unidas que tiene como misión promover el desarrollo de asentamientos humanos sostenibles del punto de vista social y medioambiental y proporcionar vivienda adecuada para todos. En su “Reporte nacional de tendencias de la prosperidad urbana en México” señala que una ciudad próspera ofrece abundancia de bienes públicos y desarrolla políticas y acciones para un uso sustentable y un acceso equitativo para todos.

De esta forma, el programa ha identificado seis incisos específicos que conforman el concepto de prosperidad y que moldean el Índice de las Ciudades Prósperas.

El primer concepto se refiere a que una ciudad próspera contribuye al crecimiento económico a través de la productividad, además de que genera el ingreso y el empleo que asegure los estándares adecuados de vida para toda la población.

El inciso segundo determina que una ciudad que es próspera despliega la infraestructura, los recursos físicos y equipamientos necesarios para sostener a la población y la economía.

El tercer concepto destaca que una ciudad próspera provee los servicios sociales, como educación, salud, recreación, cultura, seguridad, etcétera, que se requieren para mejorar los estándares de vida. Asimismo, estos servicios posibilitan a la población para desarrollar sus potencialidades individuales y comunitarias y conducirla a una vida satisfactoria.

El concepto número cuatro indica que una ciudad es próspera solamente en la medida en que la pobreza y la desigualdad sean mínimas. Es decir, ninguna ciudad se puede decir próspera cuando grandes segmentos de su población viven en pobreza extrema y marginación. Lo anterior, desde luego, implica reducir la incidencia de barrios marginados y nuevas formas de pobreza. Las ciudades prósperas son equitativas y socialmente inclusivas, y los beneficios y oportunidades son equitativamente distribuidos. Una ciudad próspera también asegura equidad de género, protege los derechos de las minorías y de los grupos vulnerables y asegura la participación cívica para todos en la esfera social, política y cultural.

El inciso quinto determina que la creación y redistribución de los beneficios de la prosperidad no destruyen ni degradan el medioambiente, por el contrario, los recursos naturales de la ciudad son preservados a favor de una urbanización sustentable.

Y en el concepto sexto se manifiesta que las ciudades son más capaces de combinar sostenibilidad y prosperidad compartida a través de la gobernanza urbana efectiva y los liderazgos transformadores. Esta labor implica diseñar y ejecutar políticas adecuadas y efectivas, así como crear leyes, reglamentos, normas, marcos y arreglos institucionales adecuados y fuertes con instituciones locales y con la participación social.

CIUDADES PARA VIVIR MEJOR

Para avanzar hacia el escenario planteado en las definiciones de ciudad próspera, ONU-Habitat considera que es fundamental conocer las condiciones en que cada ciudad se encuentra, pues de otra forma no es posible actuar si se carece de información.

Como ya se mencionó líneas atrás, en este sentido el Índice de las Ciudades Prósperas (CPI) mide el progreso actual y futuro de las ciudades hacia la prosperidad y permite identificar oportunidades y áreas potenciales de intervención.

Adicionalmente, el CPI ha sido pensado para poder comparar las ciudades a escala global. De esta forma, de acuerdo con el programa ONU-Habitat, es posible construir el Índice de manera gradual y puede ser aplicado en tres escenarios: el básico, el extendido y el contextual.

El índice básico utiliza indicadores comúnmente disponibles y tiene un propósito de comparabilidad global. Por su parte, el extendido es una versión más avanzada e integra indicadores adicionales, sobre todo de tipo urbano, además de que permite un diálogo político y técnico más detallado. Y, finalmente, el contextual representa el estado más avanzado del proceso e integra información específica sobre las ciudades. Asimismo, este índice asume un rol de indicador de desempeño y sirve para monitorear las iniciativas y proyectos locales y la visión que la ciudad busca lograr en el camino hacia la prosperidad.

De esta forma tenemos que, en sustancia, el CPI es una medida para entender, analizar, planificar, tomar acción y observar los efectos de las políticas públicas en el bienestar ciudadano. Además, mediante una serie de indicadores, presenta una radiografía de la complejidad urbana, identifica áreas prioritarias para las políticas públicas, traduce el bienestar en un parámetro medible y accionable y mide el desempeño de la ciudad y el efecto de las políticas públicas en el tiempo. La prosperidad urbana objetivo es medida por ONU-Habitat a partir de las dimensiones enumeradas a continuación.

Productividad. Una ciudad próspera contribuye al crecimiento económico y el desarrollo, la generación de ingresos, el empleo y la igualdad de oportunidades que brindan niveles de vida dignos para toda la población.

Desarrollo de infraestructura. Una ciudad próspera proporciona la infraestructura y los servicios necesarios (vivienda adecuada, saneamiento, suministro de energía, sistemas de movilidad sustentable, tecnologías de la información y comunicaciones) para sostener la población y la economía, y mejorar la calidad de vida.

Calidad de vida. Una ciudad próspera proporciona los servicios sociales, educación, espacios públicos, recreación, salud y seguridad necesarios para mejorar los niveles de vida, lo que le permite a la población maximizar el potencial individual y llevar una vida plena.

Equidad e inclusión social. Una ciudad es próspera en la medida en que la pobreza y las desigualdades son mínimas. Ninguna ciudad puede presumir de ser próspera cuando grandes segmentos de la población viven en pobreza extrema y privaciones. Esto implica reducir la incidencia de barrios marginales y de nuevas formas de pobreza y marginación.

Sostenibilidad ambiental. La creación y distribución de los beneficios de la prosperidad no destruyen o degradan el ambiente; al contrario, reducen la contaminación, aprovechan los residuos y optimizan el consumo de energía. Significa que los recursos naturales de la ciudad y su entorno se preservan en beneficio de la urbanización sostenible, de tal forma que no se comprometan las necesidades de las futuras generaciones.

Gobernanza y legislación urbana. Las ciudades son más capaces de combinar sostenibilidad y prosperidad compartida a través de la gobernanza urbana efectiva y liderazgos transformadores. Basta con elaborar planes integrales y ejecutar políticas que se diseñan y aplican con la participación social, así como actualizar leyes y reglamentos y crear marcos institucionales adecuados con los tres ámbitos de gobierno y con los actores y las instituciones locales.

En México, la representación de ONU-Habitat ha aplicado el CPI básico en 305 municipios urbanos del país. Esta primera etapa permitió, por una parte, la comparación entre municipios y aglomeraciones urbanas mexicanas y entre estas con otras ciudades del mundo; y por la otra, la identificación de orientaciones generales de política pública para avanzar hacia ciudades más prósperas.

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