Trabajadores extraordinarios

El trabajador mexicano al que la llantera Firestone cedió el premio “Potenza”

En 1996 los directivos aceptaron que el reconocimiento a la firma Firestone no era su mérito sino de Don Pepe Mira

Como hallar una aguja en un pajar son escasas las historias en que una empresa declina un reconocimiento a su favor para adjudicárselo a uno de sus empleados, tal y como aconteció en 1996 en que la firma Bridgestone Firestone ganó el Concurso Nacional de Círculos de Control de Calidad que le hizo merecedora al premio “Potenza”.

En un gesto de caballerosidad y justicia, los directivos expresaron con humildad que tal merecimiento era producto del esfuerzo de un hombre que 39 años atrás había llegado a laborar desde el humilde puesto de barrendero hasta escalar al de responsable del control de calidad. Ese trabajador era Don José  Mira Estrella.

“Este premio no es de nosotros sino de usted”, externaron quienes sabían de su entrega y amor a una empresa a la que llegó muy joven invitado por Don Armando Tornel, dueño de la Hulera El Centenario, que años más tarde fue vendida a Firestone y en la que el muchacho veinteañero que arreglaba bicicletas en La Condesa, estaba destinado a hacer historia. Un año después, el 21 de mayo de 1997,  la firma norteamericana le extendió otro merecido reconocimiento por sus 40 años de “servicios ininterrumpidos, asiduidad al trabajo, honestidad, compromiso, disciplina, lealtad y compañerismo”.

Sorprende que a sus 85 años, Don Pepe tenga una lucidez que le permite narrar hechos sucedidos hace más de seis décadas. Ciento por ciento chilango, oriundo de La Escandón, comenta a RS que fue la compañera de toda su vida, y en aquellos dulces ayeres su novia, Doña Belem Martínez Escutia (q.e.p.d), quien le presentó a Don Armando Tornel, a quien arreglaba sus bicicletas. El empresario lo convenció de irse a trabajar con él a su empresa, naciendo más que una relación de patrón y trabajador, de verdaderos amigos.

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¿Cambiaría su época por vivir la de hoy?, preguntamos a Don José Mira quien no duda ni un segundo en la respuesta: “Me quedo con lo vivido al cien por ciento”. Y cómo no añorar y querer la época dorada de una Ciudad de México en que las arenas como la México y la Coliseo engalanaban sus marquesinas con los nombres de luchadores como Firpo Segura, Gori Guerrero, Blue Demon y el Santo. Y por supuesto, boxeadores como Juan Zurita y Enrique Bolaños, éste último que hizo carrera en los Estados Unidos, apadrinado por el legendario promotor, George Parnasus.

Y es que Don Pepe  es un archivo de inagotable anécdotas;  platicar con él, es como echar a rodar una película en tiempo pasado en donde desfilan las fulgurantes estrellas que pisaron los escenarios de teatros como El Follies Bergere –que se ubicaba en las inmediaciones de la Plaza Garibaldi–, El Tívoli o El Margo.  Recordar al maestro de la sátira política, Jesús Martínez “Palillo”, al trío  Los Trincas que años después se volvieron el dueto de Viruta y Capulina. Escuchar a cantantes de la talla de Pedro Infante, Los Panchos, Beny More, y músicos que crearon estilos de baile a través de ritmos como el Mambo de Dámaso Pérez Prado, el “Cara de Foca”.

Esos ayeres que luego de ser descritos con tal detalle por nuestro personaje, no queda más que reconocer que tal vez nosotros tampoco cambiaríamos lo vivido por Don José, quien siempre dedicado al trabajo, lo mismo que a la diversión, aprendió todo sobre la producción de llantas una vez que llegó decidido a la Hulera El Centenario a empezar desde abajo, barriendo la fábrica, hasta ir escalando puestos, al grado de que cuando Firestone se mudó de la Ciudad de México a Cuernavaca, los directivos de la empresa extranjera no aceptaron la renuncia de Don José por negarse a vivir a la Ciudad de la Eterna Primavera y le pusieron chofer para que lo trasladara todos los días del entonces Distrito Federal a Cuernavaca, ida y vuelta.

Recuerda Don Pepe que fue tal la demanda de las llantas Firestone que en la empresa se trabajaba los 365 días del año, no importando la condición de trabajador sindicalizado o de confianza; al grado de crearse una hermandad tal que se extendió más allá de las horas de trabajo a las de esparcimiento con la integración de dos equipos de fútbol; uno para los obreros y otro para el personal administrativo.

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Siempre amante del deporte el señor Mira logró unirlos para formar una sola escuadra de donde salieron figuras como Roberto “El Loco” Martínez, también conocido como “El Caña Brava” de Santa Julia, que jugó en el Necaxa y pasó a la historia como el anotador del primer gol en el Estadio Azteca.

De hecho, comenta que por cuenta propia decidió ser el presidente de uno de los mejores equipos amateurs de la capital del país, el Granjas México que ganó infinidad de campeonatos y el Trofeo Internacional de España. Con nostalgia recuerda con Pepe Mira que junto con su esposa, Doña Belem Martínez, apoyaban a por menos 30 jugadores que estudiaban, con sus libros y pasajes; muchos de ellos, incluso, llegaron a vivir en su domicilio. Doña Belem les lavaba sus uniformes, les daba consejos,  los alimentaba  y hasta les llegó a llamar la atención para que se portaran bien

A sus 85 años Don José atiende una modesta papelería y guarda especial cariño a Don Armando Tornel y la empresa Bridgestone Firestone, que le permitió sacar a sus hijos adelante y forjar un hogar con doña Belem, su compañera y el amor de su vida.

De salida preguntamos: ¿Qué diferencia encuentra entre entre el ayer y hoy?  “Antes había más sinceridad y respeto a los mayores y en lo que hacía cada quien; había menos vicios por lo tanto había más cariño al deporte, lo que se dice amor a la camiseta”, nos contesta don Pepe, y  como conclusión se permite dar un consejo a los jóvenes de hoy: “Que tengan una mayor responsabilidad y respeto hacia sus semejantes, empezando por su familia. Y eso será la base para que sean ciudadanos ejemplares”, destaca un hombre que supo combinar el trabajo tenaz con el arte de vivir la vida.

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